OPINIÓN

Colombia, en la mesa grande del modelo exportador

Los jugadores colombianos se abren espacio en el mercado internacional. Técnica y potencia física, el mix que buscan afuera.

17/09/24 
ENTRENAMIENTO 
GIRONA 

Yaser Asprilla
EDDY KELELE | DiarioAS
Sebastián Taján
Periodista argentino egresando de Deportea. Experiodista del Diario Olé en 2002. Productor de SportsCenter - ESPN. Especialista en tenis y fútbol, y Productor Ejecutivo de PEGSA Latam y Coordinador de Tea y Deportea Online
Actualizado a

Durante años, Argentina, Brasil y Uruguay (en menor medida por una cuestión lógica de tamaño y demografía) dominaron la exportación de futbolistas en el continente. Hoy, Colombia se consolida como el tercer gran polo sudamericano de talento. Una mirada desde el sur hacia una potencia que ya dejó de ser promesa.

Durante décadas, en el mapa del fútbol global, Sudamérica tenía dos grandes surtidores de materia prima: Argentina y Brasil. O Brasil y Argentina. Desde Pelé y Maradona hasta Messi y Neymar, los jugadores nacidos en estos dos países eran (y lo siguen siendo) los productos más buscados por el mercado europeo. Las playas y las favelas por un lado. El potrero y las villas por el otro. Pero en los últimos años una tercera potencia viene creciendo con consistencia, con volumen y con talento: Colombia.

No es un fenómeno aislado ni repentino. Es un proceso. Una cadena de nombres que empieza a volverse rutina en el radar de los grandes clubes del mundo. Luis Díaz en Liverpool, Jhon Arias en Fluminense y la selección, Yaser Asprilla en Girona, Daniel Muñoz en el Crystal Palace, Yerson Mosquera en el Wolverhampton, Jhon Durán en Al-Nassr; y ahora el ascenso imponente de figuras jóvenes como Kevin Castaño, Óscar Cortés o el propio James Rodríguez como referencia histórica: todos son parte de una cantera que ya no sorprende, sino que se impone.

Desde Argentina, acostumbrados a mirar con cierto desdén a cualquier país que no tenga tres Copas del Mundo, cuesta a veces reconocer procesos ajenos. Pero el crecimiento colombiano es evidente: no solo exporta, sino que exporta bien. Con jugadores adaptables, veloces, modernos y, sobre todo, desequilibrantes en el uno contra uno, un atributo cada vez más valioso en el fútbol de elite.

Mientras en Brasil el talento aparece por inercia y en Argentina se sigue formando con una lógica de potrero y estructura, Colombia encontró un camino mixto: jugadores con base técnica, pero también con potencia física y lectura táctica. El futbolista colombiano se volvió codiciado por su capacidad de impacto inmediato. Y eso, en un fútbol que vive de urgencias, no tiene precio.

El deporte como industria también se profesionaliza. Y ahí está la verdadera diferencia: cuando un país deja de producir jugadores esporádicamente para exportar cultura futbolística. Lejos de reemplazar a alguien, Colombia se anexa. Se sube al barco de contenedores de talento. Hoy, cualquier scout que recorra Sudamérica sabe que tiene tres escalas obligadas: Buenos Aires, San Pablo y Bogotá. En ese nuevo mapa, el fútbol latinoamericano gana. Porque en un mundo cada vez más centralizado, seguir produciendo desde el sur es una forma de resistencia, claro. Pero también de orgullo.

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Desde Argentina es menester reconocerlo: Colombia ya está en la mesa grande del modelo exportador.

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